Magister en Ciencias Sociales


Por David Maximiliano Bascur Astroza.
Tópicos de la cátedra de «Modernidad y Sociedad» del Magister en Ciencias Sociales, UARCIS.

Las ideas que a continuación expondré, no intentan ser más que un particular (muy particular) acercamiento a lo que considero como «Modernidad» en tanto concepto, más que época. Si bien entiendo que la modernidad suele considerarse como un periodo histórico, aquí intentaré desentrañar algunas líneas, muy básicas por lo demás, de lo que comprendo como modernidad en tanto miradas latinoamericanas como europeas.

Para comenzar, remito a unas palabras de José Martí, y que reflejan, según mi visión, una parte importante de las ideas y concepciones fundamentales de la modernidad y de la sociedad de principios del siglo pasado en tanto proyecto social y político:
José Martí
Las redenciones han venido siendo teóricas y formales: es necesario que sean efectivas y esenciales. Ni la originalidad literaria cabe, ni la libertad política subsiste mientras no se asegura la libertad espiritual. El primer trabajo del hombre es reconquistarse”.

Estas letras que emanan no sólo belleza en su composición, sino toda una síntesis de los principios sobre los cuales se debería levantar la nueva comunidad (pensando en que en aquella época se proyectaban cambios radicales en las ideas y formas políticas y culturales), son el resultado de una reflexión profunda que encuentra y entrecruza tres pensamientos:

1.- Libertad. He aquí la Libertad como espíritu e idea central de una época y que entronca con los principales argumentos que constituyen la «Idea de lo Moderno».

2.- Espíritu. No en tanto metafísica pura, sino como elemento de la comunidad que intenta plasmar en sí y por sí, un proyecto congruente con el valor libertario de un período.

3.- Hombre. Punto central y motivo inicial de las discuciones y evocaciones políticas, filosóficas y sociales.

Bajo esta premisa que nos es entregada por José Martí, procedo, por segunda vez, a remitir a ciertas obras seleccionadas (de las cuales extraeremos determinados puntos que nos parecen más que pertinentes, por no decir, sustanciales) de los desarrollos de los pensamientos de cuatro autores, fuera de Martí, me refiero a: Hobbes, Rosseau, Locke y Bolívar.

Una de los pilares centrales de la obra de J. J. Rosseau es la relación entre la naturaleza y la sociedad, o mejor dicho, de la transición del “Estado natural al Estado civil” como los llama él. Generalmente se le ha designado como aquel defensor de la idea del hombre ingenuo, inocente, gentil por naturaleza, que ha sido degradado por la concupiscencia social. Ahora bien, dentro de lo que el denomina “Estado civil”, existe un hecho que va a determinar el imaginario del autor, el cual es el “Contrato Social” que define como

una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos no obedezca sino así mismo y permanezca tan libre como antes”.

En estas frases, nos deja entrever el problema fundamental de la libertad individual frente a la libertad de la comunidad con el objeto de cristalizar la seguridad como un hecho consustancial al “contrato”. Desde este punto de vista, la transición de un “Estado” a otro, implicaría una evolución desde el instinto a la moralidad con el fin de que la libertad de cada persona se asegurase mediante la unidad de todos. Es así que se podría decir que, en el “Estado” de instinto, el ser humano podría encontrarse en un estado de esclavitud en la medida que sólo fuese presa de sus apetitos, mas con la libertad de tipo civil, la humanidad evoluciona hacia la moralidad, donde la libertad se encontraría en directa relación a la observancia y obediencia de las leyes.

Si bien en ambos autores existe una plena conciencia en torno a las ideas de libertad y hombre, vistos desde el análisis de estas frases, se alejan uno del otro, en la medida que uno entiende la libertad desde lo espiritual, en tanto el otro, desde la estructura social que conforman las leyes exteriores y no las del espíritu.

A lo anterior, podemos agregar un tercer autor, en este caso a Simón Bolívar. En su “Carta de Jamaica”, Bolívar nos entrega una de las partes más ricas y complejas de su comprensión de la realidad latinoamericana (o Americana como le gustaba llamarle a él), emanadas de sus conocimientos directos o de informes que le han llegado.

Su crítica al sistema español, va acompasada de otra hacia lo que serían los nuevos regimenes para nuestros países, de allí que sustenta una posición propia que le valdrán ciertas críticas: el problema de la libertad de los pueblos que están naciendo al mundo y sus conflictos, sólo existe una alternativa, un régimen “mixto”, el cual impidiera a las jóvenes repúblicas convertirse en caudillismos, sociedades libertinas o países autoritarios. Es así que postula al menos unos cuantos temas de interés para todos los pueblos: las disyuntivas de la comunidad, la soberanía, la falta de práctica de los pueblos americanos en el autogobierno, y el más importante, la unión.

Frente a la serie en aseveraciones realizadas en torno a los países de América, podemos apreciar que la gran duda que acerca posiciones de Bolívar a sectores más conservadores es acaso la libertad de organización política, tan duramente conquistada a sangre y fuero, no significaría una banca rota para nuestras sociedades, en la medida que el desorden pudiese instalarse en las noveles repúblicas. Por estas razones se preocupa de establecer ciertas apreciaciones al gobierno y su relación con el pueblo, agregando esta vez, que sólo la unión puede permitir asegurar la libertad y acrecentar y desarrollar un proceso de regeneración que cristalizará en un sistema político propio y adecuado a nuestra realidad.

Un tercer escritor y filósofo en el que nos hemos adentrado para intentar una comprensión del modelo de pensamiento y racionalización moderna es J. Locke. Este, quien surge como una de las estrellas y foco del las concepciones más europeas y avanzadas de su época en cuanto a ideas políticas se refiere, en su texto trabaja algunos alcances, por ser: parte su discurso con el tema de la libertad dentro de la ley, para proseguir con otros como la igualdad natural, la libertad versus la licencia, el castigo al infractor de la ley de modo razonado y razonable, la búsqueda y exigencia de la reparación, el modo ejemplificador, la fe y la confianza, para terminar relacionando estos temas en la discusión sobre la “Estado de naturaleza versus el Estado de guerra”.

En la larga lista de refecciones, Locke nos entrega subyacentes a ellos, una idea en torno a la organización de la sociedad, la justicia y el orden para el aseguramiento de la libertad civil, dado que existe una alta probabilidad de que, por su naturaleza, el ser humano cometa errores, por los cuales podría perder su libertad e incluso la vida, siendo justificados ambos casos. El problema de la liberta en Locke se inserta directamente en los referente a la justcia y la aplicación de las leyes con el fin de resguardar la libertad de todos y la protección de nuestras propias vidas. De alli entonces, que podemos afirmar que esta es otra visión, que camina paralela a las anteriores.

Y por último Hobbes, quien desde su singular escritura, donde podemos observar un minucioso análisis de la naturaleza del ser humano y sus motivaciones, nos entrega una visión general de los problemas a los cuales nos podríamos enfrentar como individuos y, por extensión y dado nuestra unión en sociedad, como organización social. La libertad esta vista como una expresión de nuestra motivación.
Hobbes
Finalmente, deseo afirmar que tras haber leído una pequeña parte de sus textos, el tema e idea de la libertad, en sus diferentes expresiones se encuentra en cada uno de los filósofos y críticos mencionados, constituyendo una de las grandes motivaciones de nuestra sociedad occidental y moderna.

Por
David Maximiliano Bascur Astroza
Tópicos de la cátedra «Modernidad y Ciencias Sociales» del Magister en Ciencias Sociales, UARCIS.

Durante las últimas semanas me he vuelto hacia la poesía social. Me he sorprendido de lo muy poco conocemos a cerca de nuestra poesía y de la vida y pensamientos de nuestros poetas. Es singular este tipo de literatura, donde se mezclan los clamores líricos de la belleza, del amor, de la oscuridad y pesadumbre, con la efervescencia del progreso, de la esperanza de un nuevo mundo organizado bajo nuevos principios

La verdad, es que me encuentro realizando una investigación sobre un poeta chileno (Domingo Gómez ) de principios del siglo XX, que desarrolla su obra literaria en una época marcada por el entrecruzamiento del “modernismo” y el “vanguardismo”. Sus palabras con respecto al progreso, la civilización, la modernidad, la humanidad, están influidas notoriamente por sus ideas revolucionarias; así también, sus cantos líricos, de piedad, versos cristianos están relacionados con el más profundo espíritu de amor paralelo a ciertas imágenes míticas. En este poeta se mezclan de manera sin igual dos vertientes poéticas opuestas: en la primera, caso en particular, es notorio la unión entre los principios que marcan y caracterizan la naturaleza y la inspiración cristiana. En la segunda, la idea de una humanidad doliente que construye bajo los preceptos de las ideas libertarias, una sociedad justa y fraterna.

Puede ser que se me diga que tanto Adorno como Horkheimer no tratan de forma directa el tema de la poesía, mas si nos detenemos en sus ideas centrales donde exponen que
Prometeo

“El programa del iluminismo consistía en liberar al mundo de la magia. Se proponía, mediante la ciencia, disolver los mitos y confutar la imaginación”

es importantísimo comprender los alcances que tiene dicha afirmación, tendiendo en cuenta que la poesía es magia y mito, saber y expresión de la sociedad.

Cuando se adentran en descubrir los objetivos que tenía el iluminismo en torno al pensamiento, su relación con la sociedad burguesa y la producción económica, etc. tienden a dejar un tanto de lado las expresiones artísticas, expresiones esencialmente humanas, que más que constituir una “superestructura”, son inherentes al ser humano. No por nada, en esta relación, ciencia y arte se encuentran convergiendo.

Desde este acercamiento, podemos decir que el mundo construido por la modernidad bajo el alero de las ciencias y el positivismo, tenía como defecto que olvidaba o negaba una fuente trascendente:
Ícaro
“El mito perece en el iluminismo y la naturaleza en la pura objetividad”

Así mismo, nos es preciso señalar que tanto el “mito” como la “naturaleza” a la cual el iluminismo les da la espalda, arrojándolos al despeñadero, son partes fundamentales de la sociedad occidental, incluso en el día de hoy. Esta necesidad del progreso, llevaría a un absurdo radical

“la autodestrucción del iluminismo”.

Tendiendo en cuenta la fecha en que escriben este texto, como las circunstancias en que realizan dichas reflexiones, no nos parece nada extraño sus conclusiones. Ahora bien, el papel que juegan estas circunstancias, tanto políticas y ético-morales, afectaron la comprensión de lo que se entendía por modernidad e “iluminismo”. Algo parecido ocurrió en la filosofía con los escritos de Albert Camus y otros muchos escritores.

Ahora bien, esta frase tan determinante que
Industrialismo

“La condena natural de los hombres es hoy inseparable del progreso social”

contiene una carga tan negativa, sólo se entiende bajo las ideas que hemos rescatado hasta aquí. Me refiero fundamentalmente a que es durante la época moderna cuando la idea de dominio del mundo se expresa con tanto furor, que llevará a los más absurdos extremos. El progreso social visto de esta forma, nos condujo a un camino cerrado donde, por falta de eso que la magia y los mitos nos entregaban de forma clara y a raudales, se impuso una forma de ver y sentir el mundo, de querer dominarlo, sin conocerlo siquiera. Es este conocimiento primario el que nos puede hacer salir de la encrucijada en que nos ha puesto la modernidad bajo el poder de la ciencia totalitaria y su modo dominador del mundo.

Este modo de conocer sería, tal vez, recurrir un poco a la poesía.

Tópicos de la cátedra “Modernidad y Comunicación” del Magister en Ciencias Sociales, UARCIS.

El pequeño artículo de blog que estás leyendo, mi estimado lector, ha llegado a ti gracias a una serie de nuevas herramientas tecnológicas, entre las cuales contamos el mismo blog como nuevo canal de comunicación (que al día de hoy, 10 de julio de 2010, este blog llamado “El Arroyo” cuenta con más de 70.000 visitantes virtuales y linkeada en otros sitios como este). ¿De qué otro modo, a costo tan bajo, de una inmediatez sorprendente, con grandes posibilidad de difusión e interacción, podría haber logrado tal grado de divulgación?
Virtualidad
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Cuando nos situamos a discutir acerca de la comunicación como hecho fundamental en el desarrollo de las sociedades de la modernidad y del pensamiento crítico moderno, no podemos ni debemos dejar de lado que, dados ciertos contextos y condicionantes, lo fundamental es el diálogo y la construcción de la interacción.
Comunicación Global

¿Pero qué pasa con estos términos aplicadas a la coyuntura actual, caracterizada por el “pos modernismo”, época compleja, dinámica, vacía, que experimenta una importancia exagerada del símbolo y de la forma, más que del contenido?
La virtualidad que nos permiten las nuevas herramientas genera la posibilidad de gran
difusión de ideas, propuestas simbólicas, corrientes artísticas y un sin fin de elementos, pero a la vez de una enorme desechabilidad de los mismos. Antiguamente, se podía sentir el calor del papel que emanaba aquél libro querido, se ennegrecían los dedos con la tinta del periódico matutino o vespertino, la radio y la televisión intentaban capturar audiencias con más creatividad que recursos económicos. En tanto hoy, el internet y los canales de comunicación masiva que permite (mail, chat, fotolog, facebook, twitter, diarios y televisión virtual, música con capacidad de reproducción infinita, etc.) coloca en entredicho la capacidad de diálogo, pues se ve sobrepasada por la voluminosidad y ultra rapidez que asoman como el centro de atención: no existe capacidad de diálogo entendido como el disfrute del entendimiento, lo que sí nos permitía la modernidad. Incluso, los intelectuales críticos a la situación actual y situados desde un área de observación más que de acción, escriben más para sí que para la comunidad, centro del tema comunicacional y político, a la vez.
No es de sorprenderse entonces que el juicio en torno a las características de la comunicación actual estén relacionadas con las implicancias que tienen para las relaciones sociales e interpersonales, ya sea posibilitándolas, pero a la vez, vaciándolas de contenido.

Retrotraernos un par de siglos atrás, hacia comienzos de 1800 y vislumbrar las ideas principales que dieron forma y estructuraron a las primeras Repúblicas latinoamericanas, entre ellas Chile, resulta más que necesario para comprender la importancia que tuvo y que tienen los procesos escriturales – y particularmente los desarrollos literarios y comunicacionales – en nuestra formación como país. Así mismo, ubicamos a la región latinoamericana como aquella compuesta por ciertos caracteres comunes, idiomas y formas de pensamiento, actividades económicas y procesos de mestizaje más o menos similares. Esto es de suma trascendencia, pues al querer adentrarnos en un problema como la influencia de la escritura, es preciso tener en cuenta las características que esas palabras, esas escrituras, nos muestran.

En primer lugar debo señalar que me sitúo en la vereda que analiza el desarrollo de nuestros países desde la mirada historiográfica, por lo que me acerco a la cuestión de la escritura y los modos de transmisión de ideas y conceptos fundamentales para caracterizar nuestra personalidad como comunidad, país o República, en cuanto proceso histórico y de allí conocer algunas de las razones que nos han motivado a transitar por ciertos caminos; sin embargo, también me acerco a lo ‘latinoamericano’ desde otros puntos, pues si hablamos de escritura, necesariamente debemos rescatar la parte más rica de la creación literaria de nuestras regiones. Hago esta precisión, pues considero necesario plantear un debate que nos guíe por aquellos registros escritos que han influido de forma trascendental en nuestras identidades como comunidades y como regiones geográficas, refiriéndome específicamente a América Latina.

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Mucho se ha hablado durante la última década# acerca de la significación que tiene el “Bicentenario” como hecho simbólico y de trascendencia a nivel social de nuestro país y de los países vecinos, entre ellos Argentina y también México, que han realizado grandes obras de infraestructura e instalado Comisiones Bicentenarios para celebrar los 200 años de independencia de estos países #. En realidad, no es de extrañar que los gobiernos hayan querido dar un sentido mayor a las actividades emprendidas, teniendo en cuenta lo que representa dicha fecha en el plano simbólico y de confirmación de la necesidad de la organización estatal y de su metamorfosis a lo largo de dos centurias.

Bajo estas premisas de celebrar, conmemorar, recordar, homenajear, simbolizar, unir, festejar; nos encontramos nuevamente ante el reflejo de nuestro propio ser. ¿Quiénes somos los latinoamericano?¿quiénes son los y las chilenas? ¿cuáles son nuestras raíces como país “independiente”? Estas preguntas, muy generales por cierto, no pretenden una respuesta fácil o chouvinista, muy propia de nuestras ideosincracias que relacionan de forma directa identidad con patriotismo o, incluso más, como aquel nacionalismo que lleva prendida a su piel la bandera, el himno y la camiseta de su selección nacional. ¡No! Por supuesto que el camino que deseamos recorrer tiene que ver más con descubrirnos a nosotros mismo en nuestros propios lenguajes, abiertos al diálogo, alegres algunos y tristes otros, que nos hablan de selvas y desiertos, desde el norte mexicano a las aguas frías y parajes desolados del sur de la Patagonia. Ahondar, tal vez un poco más, en aquellas literaturas, tan propias de nuestros pueblos, que nos hablan con voces dulces y terribles #.

Son estas contradicciones indelebles, propias de los paisajes con los cuales nos hemos relacionado y los hechos que hemos vivido, los que han ido constituyendo nuestro propio proceso escritural: nuestro ser literario y por lo tanto, las características de nuestras tierras, han sido parte fundamental de la formación y evolución de los pueblos.

En este corto recorrido en torno al discurso escrito, hemos de dejar fuera algunas manifestaciones de este, entre los cuales se encuentran las Constituciones Políticas de las Repúblicas latinoamericanas #. En primer lugar, reconocemos que las Repúblicas modernas, herederas de la tradición revolucionaria francesa de 1789 nacen al mundo actual con el establecimiento de sus Cartas Magnas, algo así como un certificado de nacimiento y prueba de su Independencia política y de sus ansias de establecer un sistema propio. Sin embargo, en este caso en particular, en que la escritura define las características principales de los pueblos, como también sus metas, valores y principios, no podemos dejar de señalar que siendo un instrumento de poder realizado por pequeños grupos, no reflejara más que un reducido núcleo de pensamiento. En segundo lugar, el peso de las Constituciones Políticas en América Latina no se va a imponer, según varios historiadores, hasta entrada la mitad del siglo XIX o incluso después #, por lo que las intenciones de establecer el real sistema político, manifestado por este tipo de Cartas, no va a tener características definidas o definitivas, salvo casos muy particulares, entre ellos el de Chile – producto del aplastamiento del sector liberal y democrático por el conservador y católico-.

Volviendo al tema en cuestión, he de señalar que la palabra escrita – paralelo a nuestra tentación de la sensualidad por la oralidad y la demagogia – ha sido de gran importancia en la vida y desarrollo de los pueblos de América Latina, en la medida que ha supuesto una reflexión interior sobre nuestras cualidades, defectos y desafíos a enfrentar. Así también, las principales preocupaciones, derivadas de las condiciones económico – políticas se han hecho presentes a través de los discursos escritos, adquiriendo con ello un rango de denuncia social y de búsqueda de respuestas a los problemas que aquejan a las jóvenes sociedades #.

De allí que no puedo más que situarme, para el desarrollo de estas ideas, en lo que han sido los grandes escritores de este subcontinente. Desde el siglo XIX, personas como Andrés Bello, Sarmiento y Hostos, han marcado la evolución, no sólo de Chile, sino que se han transformado en figuras señeras para cientos de intelectuales de los países americanos. Sus reflexiones en torno a temas tan variados como las leyes y los códigos, las formas gramaticales y los estudios lingüísticos, la sociabilidad americana, su historia y costumbres, etc. han guiado los procesos políticos de forma indirecta. Aquí me interesa detenerme en un punto especial: la formación de códigos jurídicos propios de las nacientes Repúblicas, emparentados con las tradiciones europeas, y que, en el marco de las ideas que estamos desarrollando, cobran vital importancia, pues son estos códigos y leyes una característica fundamental de nuestros pueblos: la necesidad de que todo esté establecido mediante decretos, pues si no está escrito y regulado de esta forma, pareciera no existir #. Insisto en no hablar de las Constituciones, como ley suprema que dictamina y define los valores y principios bajo los cuales debe encaminarse el país, pues su existencia y aplicabilidad es bastante abstracta, sino de aquellos mandamientos relacionados con la vida cotidiana y que reflejan de una u otra manera la idea de un quienes somos o quienes querríamos ser, pues al manifestar por medio de leyes la realidad del día a día, de los temas de “interés nacional” como suelen llamarlos, nos muestran las intenciones de los pequeños grupos de poder de estas Republicas, preñadas de preocupaciones de diversos sentidos o determinadas por ideas y conceptos religiosos o teñidos de ciertas modas intelectuales, de ansias de progreso o de estancamiento según sea la conveniencia, de intentos de igualarse o diferenciarse de Europa, etc.

Paralelo a lo anterior, se va constituyendo en los países nacidos a la luz del siglo XIX, una necesidad por escribir su propio destino. La gran profusión de obras historiográficas que abundan, responde a un hecho esencial: constituir “la idea” de una República basada en las tradiciones propias de nuestros pueblos. La búsqueda incesante de un modelo propio, de nuestras costumbres e identidades, debe orientar a las sociedades que comienzan su propio camino. Este tipo de literaturas, emparentadas con las que se realizaban en Europa, se distingue en la medida que si bien aplican moldes historiográficos extranjeros, lo hacen mirando la realidad local y latinoamericana. De allí que nos volvamos a preguntar acerca de esta relación entre escritura y sociedad, entre la palabra escrita y el desarrollo de las jóvenes Repúblicas con tradiciones en construcción.

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Y hemos llegado al punto crucial donde se mezclan la discursividad, la expresión, la escritura, las ideas -mejores y más bellas- sobre “Nuestra América” como dijera José Martí, en su obra de hondo calado latinoamericano y de profunda intensión. Este punto es la influencia que nos ha dado nuestra escritura, nuestras propias literaturas regionales, que se han transformado en continentales, sin caer en ese continentalismo patético de rasgos patrioteros, sino en el maravilloso continentalismo que hace gala una Mistral es sus escritos, refiriéndose por medio de los grandes personajes de la historia y la política a lo central de nuestra identidad.

Nos maravillamos al darnos cuenta de lo esencial de la palabra no como una construcción abstracta, sino de un gran peso en nuestra vida diaria. La escritura y su influencia por medio de las ideas educacionales y pedagógicas emprendidas por las y los grandes intelectuales comprometidos con el desarrollo positivo de nuestras sociedades, han prestado una gran preocupación por legar hacia las generaciones futuras lo mejor de ellos mediante la cultura y la rica y noble influencia que esta puede y debe hacer para la formación de verdaderas Repúblicas #. Desde este punto de vista, debemos reconocer que, dado el contexto histórico del nacimiento de nuestros países al mundo moderno (alrededor de 1810), las Repúblicas latinoamericanas tienen una deuda con el pensamiento iluminista que pretendía, por medio de la educación y el progreso, un horizonte más bello y de felicidad para los seres humanos. Este modo de pensar, bajo la mirada atenta de la ilustración, si bien tuvo que enfrentar múltiples obstáculos a lo largo de estos dos siglos, nos ha legado la rica importancia de la escritura, de los libros, de la búsqueda de un literatura que nos proporcione las respuestas a nuestra propia identidad. Los obstáculos fundamentales han sido los problemas económicos, el alto analfabetismo, la poca difusión que ha tenido la cultura escrita … y sin embargo, esta se ha impuesto en nuestras tierras. No por nada, hace apenas unos meses, la hermana República plurinacional de Bolivia celebraba el triunfo de derrotar el analfabetismo, con un ánimo que representaba las mejores aspiraciones de quienes soñaron con estos países y un futuro que les perteneciera.